Es una explicación que Pepu Hernández daba sobre sus métodos de tabajo cuando, tras obtener el oro en el Mundial de Basket de Japón, entendidos, técnicos y periodistas inquirían sobre los antecedentes de su éxito.
Pues bien, según una de las más célebres teorías sobre liderazgo, existen dos tipos de jefes:
– aquellos que orientan el trabajo a la consecución de las tareas
– y aquellos que lo orientan a la satisfacción del equipo de trabajo.
El verdadero logro de Pepu es que dio con la tecla exacta en algún punto a medio camino de estas dos corrientes. Y con ello consiguió aunar las voluntades de un complejísmo equipo de trabajo formado por deportistas de super-élite (que suelen tener egos del tamaño de una catedral…). Es innegable que con su enfoque de democratizar el trato con los jugadores permitiéndoles disfrutar en los entrenamientos en lugar de convertirlos en una obligación, los alumnos se volvieron más aplicados como por arte de magia. A ello contribuía el clima de amistad existente entre unos jugadores que se conocían desde juniors pero que solo se veían una vez al año en la Selección española.
También lo es que Pepu no descuidó las tareas: se aplicó en preparar concienzudamente la concentración pre-Mundial, cada partido de la primera fase, cada partido de cruces, la semifinal y la final.
Lección para jefes, profesores y formadores: a menudo resulta más rentable insuflar a los alumnos "cariño" por una asignatura (buscando vías para transmitir el conocimiento que sean reconfortantes para el alumno y vinculando los conocimientos adquiridos con el éxito futuro) que generar en ellos ese "temor de dios" de que el objetivo es aprobar como sea un examen.
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