Leo sobre un fenómeno descrito en 2006 por el psicólogo Zygmunt Bauman como “síndrome del Titanic”: el miedo a perder la estabilidad personal/profesional.
En los últimos días vivimos presos de una espiral de cambio permanente. Los medios no hablan de otra cosa: virus, infectados, restricciones, desastre económico, despidos, pérdidas, ruina económica en definitiva…
Ni zapeando frenéticamente es posible abstraerse y dejar de pensar que nuestro futuro es un crucero sin rumbo a punto de colisionar contra un gran iceberg.
La misma desorientación que en la célebre escena de “Abre los ojos” (Alejandro Amenábar) donde Eduardo Noriega sale a la Gran Vía para encontrarla completamente vacía. Sabe que eso es imposible, y sin embargo está vacía.
Navegación
Miedo a perder, ¿qué?
El año había comenzado teñido de escepticismo. Que esta inesperada y cruel pandemia ha transformado en una ola de desasosiego que parece invadirlo todo.
Hace tiempo que no veía a mis amigos y familiares tan anclados en el pesimismo. Conozco muy poca gente que mantenga un discurso positivo.
Las estadísticas macro parecen confirmar esta percepción: el índice de “confianza del consumidor en la situación actual”, ha colapsado (Fuente: CIS). En julio de 2020 apenas ha superado los 30 puntos, cuando hace escasamente doce meses ascendía a 93.
Según Bauman el síndrome del Titanic está relacionado con el temor a perder el bienestar, cuando en estos momentos interpretamos que ya no depende de nosotros sino de fuerzas que nos son ajenas.
Es comprensible que intentemos proteger un estilo de vida que nos ha costado años, incluso décadas construir, pero, ¿lo que nos preocupa es realmente la desprotección o la posibilidad de perder bienes materiales?
En esta escena que seguro recordarás de la película “El club de la lucha” se aborda el consumismo, y cómo los bienes que nos rodean nos otorgan seguridad y sensación de logro pero al mismo tiempo, pueden convertirse en una limitación, en un lastre que hace el camino más tortuoso.
Como Bran Pitt le dice a Edward Norton: “lo que posees acabará poseyéndote, pero haz lo que quieras…”.
¿Realmente existe la estabilidad?
Bauman apunta que habitamos en una “modernidad líquida” donde nada es inmutable:
- Las carreras vitalicias en una misma empresa son un fenómeno cada vez más inhabitual: el mercado exige flexibilidad y movilidad. Y debemos adaptarnos.
- Pluriempleo: cada vez más profesionales (no solo liberales) combinan distintas actividades.
- Transiciones profesionales: los expertos en recursos humanos consideran la movilidad de los trabajadores, incluso entre diferentes sectores, como un rasgo de madurez deseable en un mercado laboral. Recuerdo que cuando trabajaba como consultor en Inglaterra, mi empresa contrató a una licenciada en Arte que fue mi jefa durante 6 messes.
El cambio ha colonizado nuestras vidas y nuestros trabajos como un elemento perenne con el que debemos habituarnos a convivir.
Y esto no es bueno ni malo en sí mismo.
El cambio solo resulta nocivo cuando permitimos que nos paralice, que nos incapacite para seguir con nuestros proyectos.
- Un despido es un revés que puede hacerte daño en lo anímico y en lo económico, pero que no va a destruirte. Siempre hay un mañana.
- Y lo mismo podemos decir de la quiebra de un negocio (esto lo he vivido en mis propias carnes como sabes).
Nuestra mente puede ser un gran enemigo, elucubrando peligros y desdichas que luego jamás llegan a consumarse. Según un estudio de la Universidad de Pensilvania, en el 91% casos, nuestras preocupaciones no se hacen realidad.
¿Oportunidad?
Es evidente que resulta imposible ser positivo si continuamos pensando que somos pasajeros de un transatlántico a la deriva. Y que enderezar el rumbo no depende de nosotros.
Tampoco el armador del Titanic, White Star Line concibió un plan para evitar el desastre. Al considerar su navío como insumergible, lo dotó con tan solo 20 botes salvavidas, insuficientes para salvar al pasaje en caso de naufragio.
¿Tú tienes un plan? ¿Una alternativa a esa ansiedad con la que miramos al futuro?
Combatir esa ansiedad tiene que ver con centrarnos en el momento presente, identificando qué parte de nuestro bienestar en los próximos meses y años depende de nosotros.
De los pequeños pasos que seamos capaces de dar para sentirnos mejor en lo profesional, en lo personal e incluso en el plano económico.
Si es posible ver oportunidades en todo lo que está sucediendo. Por varios motivos:
- .La psicología positiva ha explorado a fondo el fenómeno conocido como “crecimiento post traumático”. Entre un 30 y un 55% de los individuos expuestos a un traume extremo (una enfermedad grave, la muerte de un familiar, un divorcio…), no solo son capaces de salir airosos sino que a continuación experimentan un importante crecimiento personal.
APRENDIZAJE: en momentos de crisis somos más proclives a salir de nuestra zona de confort, porque la magnitud del trauma nos sirve como coartada para reconocer que tal vez no estábamos haciendo tan bien las cosas.
- Desde el punto de vista de los negocios, es obvio que durante las crisis se producen importantes reconfiguraciones de necesidades en todos los sectores, emergen nuevos canales. Y todo ello contribuye a plantear nuevas oportunidades (esta vez, muy especialmente en el ámbito de lo digital).
APRENDIZAJE: tus clientes potenciales nunca ha estado tan dispuesto a cambiar como en estos momentos.
- Por último, y en un sentido general, salir de la zona de confort, abandonar comportamientos largo tiempo arraigados es más fácil cuando tienes menos que perder.
APRENDIZAJE: este momento es ahora.
Sí, todo esto suena muy bien, pero… ¿cuál es mi plan?
Puede que estés pensando que quien no se consuela es porque no quiere y que este artículo es solamente “wishful thinking” que dirían los anglosajones.
En mi caso, te puedo asegurar que el semestre comprendido entre marzo y agosto ha sido mi período más productivo desde que en 2005 decidí dejar el mundo de la publicidad y emprender por primera vez.
Comparto contigo tres de los pasos que he dado:
- He llevado a cabo la transformación pendiente en el equipo de mi agencia ZOND. Pendiente porque sin duda la necesitaba desde hace mínimo dos años. Pero he de reconocer que había procrastinado y la había aplazado irresponsablemente. Las cosas (como para todo el mundo en mi sector) se pusieron difíciles, y la marejada me obligó a ser ágil con el timón para permanecer a flote.
- Durante el confinamiento vi con claridad que debo dedicar más tiempo a la actividad que más me hace feliz desde niño: escribir. Por eso tengo mi cuarto libro a medio camino Aquí tienes su germen: si no lo has hecho ya, puedes descargarlo gratis en la home de esta web. En él te cuento cómo me reinventé después de pegarme el batacazo empresarial, profesional y personal de mi vida durante la última crisis, en 2008.
- Relacionado con este mismo libro, llevo invirtiendo un montón de horas (¡y de ilusión!) desde la primavera en un proyecto de formación online del que os hablaré en breve.
Este es mi plan: mantenerme activo trabajando en él te aseguro que es bastante más gratificante que vivir paralizado por el temor a que el Titanic finalmente termine por embestir el iceberg.
Saludos a todos.