Hoy he estado impartiendo formación al departamento de Marketing de una empresa gorda de gran consumo. Me lo paso bien con ellos: es un grupo muy majo y muy colaborador.
La semana pasada hablamos de diferenciación, utilizando como hilo conductor el libro Purple Cow de Seth Godin. Hablamos de evitar la tentación de optar por las dos estrategias más comunes en este panorama tan gris que es el Marketing de MBA que siguen el 90% de las empresas:
a) producir lo que se nos da bien e invertir en campañas publicitarias basadas en la repetición/la interrupción/la generalización si somos líderes,
b) preferir la seguridad al riesgo y limitarnos a emular lo que hace el líder si no lo somos.
Hoy dimos una vuelta más de tuerca a la formación hablando de seducir a nuestro target. Para ello utilizaos como referencia Lovemarks, un libro de edulcorado título pero que resume bien la utilidad que podemos darle a esta profesión del Marketing.
Lovemarks nos habla del estado de hipersaturación de los medios y las estanterías de los supermercados. De la universalización de las tecnologías que hacen que los productos se parezcan entre sí como gotas de agua. Del desarrollo de las economías occidentales que hacen que sus ciudadanos tengamos todas nuestras necesidades básicas cubiertas y aspiremos a otras de grado superior, más relacionadas con las EXPERIENCIAS y las EMOCIONES, y no tanto con la parte tangible del producto.
Nuestra profesión es la profesión del amor. Qué mal suena, ¿no? Me explico:
– consiste en crear marcas y desarrollarlas
– rellenarlas de contenido relevante hasta crear un territorio propio e identificable (el de Nike es la victoria, el de BMW el placer de la conducción, el de Iberia nadie save cuál es a parte de los retrasos…)
– conseguir que los clientes inicien relaciones duraderas con ellas…
– …hasta enamorarse.
Los consumidores ya no compramos productos, ya no compramos las marcas que les identifican, ni las marcas que les aportan diferenciación. Compramos marcas que nos enamoran.