Supongo que cada vez que leéis o escucháis algo sobre el momento que atraviesa la relación entre marcas y consumidores, os encontráis con la palabra "revolución".
A veces me lanzo y yo mismo utilizo ese mismo término, e invariablemente, si tengo cerca a algún publicitario o marketiniano susceptible, invocan el statu quo de la industria (a mi marca los anuncios sí le funcionan, siempre lo hemos hecho así…) y me responden que lo que está sucediendo es una mera evolución en la manera de hacer las cosas. Es normal, la actitud natural de las personas hacia el cambio es resistirlo.
Yo no me resisto, pero no tiene mérito. Puedo hablar del cambio porque soy un outsider. Si siguiese currando en una agencia de publicidad, probablemente no estaría escribiendo un blog, para empezar.
Aunque estas disquisiciones etimológicas habitualmente me aburren, esta vez me he metido en la página de la Real Academia para consultar la definición de "revolución". Y esto es lo que he encontrado:
La verdad es que me encaja a la perfección con lo que está pasando a nuestro alrededor, sí hay una revuelta (la de los consumidores que huyen de la publicidad que no les aporta nada) y sí hay un cambio rápido y profundo. Internet apenas llega a un 55% de los hogares españoles y sin embargo ya pasamos más horas intercambiando activamente información en internet que viendo pasivamente la televisión.
Este gráfico que utilizo mucho en mis clases, me sirve para argumentar la profundidad del cambio.
- Por primera vez desde que la publicidad aparece a principios del siglo XX, sus destinatarios podemos contestar, opinar y debatir.
- Por primera vez un consumidor puede escoger qué mensajes quiere recibir (pull) en lugar de consumir pasivamente a lo que le envía un tercero (push).
- Por primera vez el receptor clásico de los mensajes publicitarios (el consumidor) puede emitir sus propios mensajes.
- Por primera vez una marca va a invertir en los clientes (en fidelidad) y no en los anuncios (en captación indiscriminada).
- Por primera vez un anunciante se da cuenta de que interrumpiendo a su cliente no va a conseguir despertar su atención y desarrollar su empatía, así que tendrá que solicitar su permiso previamente.
- Por primera vez la publicidad tomará la forma de un contenido útil al destinatario (consejos prácticos, entretenimiento…) en lugar de tomar la forma de una versión exagerada y edulcorada del produto anunciado.
- Por primera vez el mercado deja de ser un término de los marketinianos, vacío e impersonal. El mercado es un conjunto de personas a las que queremos convertir poco a poco en fans de nuestra marca.
Todo cambia: el qué, el cuándo, el cómo y el dónde y el por qué. Sinceramente, ¿os parece poca revolución?
Me hace gracia que ciertos neo-especialistas en Social Media se autoproclamen abanderados de este proceso. Si bien tiene su hipocentro en el poder que las nuevas tecnologías otorgan al consumidor, la nueva relación entre marcas y consumidores no se desarrolla sólo en Internet. Esto no va a ir de desarrollar páginas de fans en Facebook. Va de escuchar a los nuevos consumidores y a sus comunidades, aprender e integrar a las marcas en ellas de forma natural.
Y por encima de todo, me hace gracia que algunos se aferren al viejo spot de treinta segundos con más miedo a perder sus poltronas que argumentos reales.
Son buenas noticias, no malas. Todo el mundo sale beneficiado: los consumidores porque participamos. Y las marcas porque si se ponen las pilas pueden integrarse en un modelo más transparente y por lo tanto, más sostenible.