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El síndrome de “no hacer nada a toda ostia”
¿Cuántas de las tareas que has hecho hoy han resultado realmente productivas?
Un buen amigo solía decirme mientras hablábamos sobre el servicio militar que la cosa en el cuartel consistía en ir a toda leche todo el día. De sol a sol: aunque realmente no tuvieses nada mejor que hacer que pasar el mocho o salir a formar.
La dinámica de trabajo consistía en fomentar un clima de estrés constante. Correr, correr y correr… Se trataba de dar la imagen de que el grupo, y cada recluta en particular, estaba haciendo mucho. Eso sí, lo que se dice trabajo útil, se producía muy poco. Afortunadamente aquella mili despareció para siempre, pero esa es otra historia…
La productividad en la «otra mili»: el trabajo
Salimos de la mili (los que la hicimos) y nos metimos de lleno en el mundo del trabajo.
Que a veces nos parece una especie de agujero negro que te arrastra, a la velocidad de la luz, en una dirección casi siempre errática. La de no hacer nada a toda ostia. Te propongo que nos hagamos la siguiente pregunta:
¿Cuántas reuniones de entre las que hemos mantenido hoy, cuántas llamadas telefónicas realizadas o contestadas y cuántos mails enviados nos han servido para avanzar?
¿Todos? ¿La mitad? ¿Tal vez menos todavía?
¿Podemos hacer algo al respecto? ¿O esa carga de trabajo improductivo que nos exige estar al pie del cañón 12 horas al día es inevitable? ¿Es la cultura de la empresa en la que trabajamos la que manda, o somos nosotros los culpables, porque nuestra propia desorganización nos sepulta en una espiral de estrés e improductividad?
¡Sí tienes tiempo!
Os doy mi opinión: observo a la muchísima gente que se queja porque trabaja mucho. De que «no le da la vida». Y seguramente sí que le echan muchas horas.
Pero voy a ser totalmente sincero: en el fondo no sufro demasiado por ellos. Porque al observarles, descubro alguno (o todos) entre los siguientes signos externos:
- tienen la mesa como esta:
- trabajan con checklists con decenas de prioridades diarias: obviamente, esto se hace imposible de gestionar; una lista de tareas con 30 o más cosas que hacer no es una lista de tareas, es un caos donde seguramente compiten cosas prioritarias y muchas otras que no lo son tanto,
- no planifican sus agendas,
- la bandeja de entrada de su buzón de correo incluye una larga lista de mensajes sin contestar,
- no tienen tiempo para comer,
- no tienen tiempo para hacer deporte,
- no tienen tiempo para descansar junto a los suyos las suficientes horas,
- hablan, y hablan y hablan… aunque las conversaciones no sean relevantes para tomar decisiones. Si las conversaciones no llevan a ningún lado, ¿por qué extenderlas hasta el infinito?
Aprendizaje de los que salen de trabajar a las 17.00
Hace años tuve la oportunidad de trabajar en Gran Bretaña. En una consultora.
El horario laboral es exactamente como lo habéis oído contar: a todos se les cae el lápiz a las 5. Y os puedo asegurar que ni dejan nada sin hacer, ni se quejan tanto por el volumen de trabajo que tienen.
Cosas que puedes hacer ahora mismo para «britanizar» tu forma de trabajar (si quieres, claro…)
- Considera la ley del rendimiento decreciente: el economista británico de orígen judío David Ricardo logró demostrar que, por encima de un determinado nivel de producción, añadir nuevos recursos a la cadena simplemente no compensa, porque no te va a ayudar a ganar más. De la misma manera, por encima de un determinado número de horas de trabajo, te conviertes en un zombie. Te vuelves lento e improductivo y tu creatividad decae. No eres útil, de modo que es mejor que te vayas a tu casa.
- Minimiza distracciones: en particular el mail (deberías tenerlo cerrado, y abrirlo solo cuando necesites chequearlo), internet (filtra la información que realmente te interesa recibir con fuentes RSS, suscripciones por mail y sobre todo Twitter o caerás en la famosa Infoxicación) y llamadas telefónicas a destiempo. No pasa nada por apagar tu teléfono cuando necesitas máxima concentración.
- Agiliza la toma de decisiones: independientemente de nuestra posición en una empresa, TODOS tomamos decisiones. Mareamos la perdiz porque tenemos miedo a equivocarnos. Es mucho peor la inacción que la equivocación. Calcula los riesgos, sí, pero consigue la información que necesitas para tomar la decisión y tómala.
- Habla cuando tengas que hablar, si no cállate: a riesgo de que parezcas un borde. Si no necesitas hablar 15 minutos por teléfono para resolver una nadería, no lo hagas. Si esa reunión se puede zanjar en 15 minutos fijando unos objetivos claros al inicio, yendo al grano y alcanzando unas conclusiones y asignando responsabilidades al final, ¿por qué tirarnos 3 horas?
- Resume, resume y vuelve a resumir lo que escribes: mails, memos, informes de reunión, presentaciones. Se atribuye a Winston Churchill la siguiente frase al final de una misiva: «…siento una carta tan larga, no he tenido tiempo para resumirla«. Con la concisión ganas tú y quienes reciben tus comunicaciones.
- Optimiza tu espacio de trabajo: si tu mesa es una pocilga, tu trabajo será lo que hay a menudo en el suelo de las pocilgas… Si tu mesa está limpia, tu mente está limpia y producirás mejor. Contrastado.
- Y sobre todo y lo más importante: como he oido decir a (Sir) Richard Branson, lo más importante eres tú. Si después de seguir todas estas prácticas llegas a la conclusión de que sigues «no haciendo nada a toda ostia», te recomiendo que inicies un nuevo camino profesional en otra empresa que respete tu vida un poco más. Tal vez no es el mejor momento para cambiar, pero es peor que los días se te escapen como arena entre los dedos (perdón por el símil ñoño y facilón).
Como última recomendación, te recomiendo seguir a Think Wasabi, el mejor blog que conozco sobre temas de productividad personal. Su autor sí que es un experto en estos temas. Yo me limito a observar la cabezonería con la que algunos insisten en convertir su vida profesional en un tormento.
Saludos a todos