LA PUBLICIDAD, A LOS MUSEOS?

Como augura Al Ries, en un interesante libro que recomiendo todos estos anuncios, con sus presupuestos millonarios de produccion, su glamour y sus fastuosas ceremonias de premios en Cannes, seguirán el mismo camino que la pintura, nacida como un medio para representar la realidad y convertida siglos más tarde en un arte tan pronto como apareció la fotografía”.

A menudo los directivos de agencias publicitarias que son invitados a tertulias radiofónicas o televisivas sobre la profesión, la defienden argumentando que la publicidad tiene los mismos claroscuros que la vida misma: nos entretiene pero nos puede poner tristes, nos puede azuzar, hacernos soñar, incluso avivar nuestro deseo.

Lo que nunca nos dicen es que también nos puede hacer bostezar y que desde luego lo que busca el que paga la factura de una campaña no es generar sonrisas, sino ventas.

Igual que la pintura se alojó en los museos, la publicidad seguirá entreteniéndonos, pero cada vez será menos determinante en la conversión de nuevos consumidores.

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