Tomando como ejemplo el trabajo publicitario de las escuelas de inglés, analizamos la importancia de ofrecer valor al target en nuestra comunicación, huyendo de anuncios retóricos y sin valor.
Me asombra la simpleza con la que la mayoría de marcas abordan el asunto de su comunicación pública. Pretenden hacerse con el interés y la empatía de sus fans (es más fácil entender la importancia de captarles, mantener su fidelidad e intentar que ellos mismos nos ayuden a propagar nuestra marca si les llamamos así) a base de retórica.
Mirándose al ombligo y hablando de él. ¿Acaso la manera de conseguir que alguien te quiera es hablar de ti mismo todo el tiempo y de lo guapo que quieres, o por el contrario, cultivar la relación a base de generosidad y paciencia?
Las escuelas de idiomas por ejemplo, proponen todas lo mismo: precio, financiación, "calidad" (promesa difícil de creer de tan sobada que está por todo el mundo) o bien curiosas certificaciones de dudosa utilidad para los estudiantes.
Entre ellas, hay dos marcas que sobresalen poderosamente. Fundamentalmente por su valentía para haber ido más allá y haber invertido no en publicidad, sino en sus fans. Son cosas completamente diferentes.
Una de estas marcas es Richard Vaughan, detrás de la cual está el empresario del mismo nombre, un americano brillante, asentado en españa desde hace años y que ha fundamentado su enorme éxito en la generosidad: sus escuelas imparten formación presencial de inglés por el método presencial de siempre, pero a un lado tenemos sus propios canales de TV y radio en abierto (¿qué mejor publicidad que ofrecer pequeñas dosis de tu know how de forma gratuita?, sus campamentos,
La otra era hasta hace bien poco una de esas marcas del montón, cuyo nombre y valores de marca se pierden entre la monótona variedad de ofertas de distintos competidores. Se trata de Home English, este es el original de revistas que acompaña a la campaña de radio cuyo jingle "lo que quiero es hablar inglés" probablemente hayáis escuchado.
Lo que me interesa de esta campaña es el planteamiento honesto de aportar valor al cliente mucho antes de que se acerque a nosotros. Le proponemos diversión mientras aprende, sí (eso no es nuevo), pero también le facilitamos el contacto y le ofrecemos un obsequio para potenciar el opt-in.
Probablemente alguno estéis pensando: ¿regalar una radio realmente va a suponer una diferencia en términos de matrículas? Asumo que el incentivo ayuda, pero igualmente me interesa la contribución que hace el incentivo a la experiencia de marca: tengo esto que ofrecerte, soy generoso, puedes esperar de mí lo mismo si eventualmente te conviertes en mi cliente.
En el plano de potencialidades (no duermo bien si no critico), creo que la explotación de este concepto de diversión se queda corto y la captación de alumnos probablemente podría estimularse con un programa de eventos (presenciales y digitales) donde esa diversión se tangibilizase. No se trata de invertir mucho más, se trata de comenzar a invertir los recursos publicitarios aportando valor.
La publicidad en sí misma no contiene ningún valor si no ofrece información, entretenimiento u obsequios para el target.
Saludos a todos.