Leí "El guardián en el centeno" cuando estudiaba la carrera en Madrid, en el colegio mayor Chaminade.
Aunque el Chami tiene un estilo liberal que invita a los colegiales a autogestionar la marcha del Centro, mientras leía el libro no podía evitar sentirme identificado con el protagonista del libro, el inadaptado y contestatario Holden Caulfield,cuyas andanzas comienzan en un internado.
Recuerdo una frase que a mis 20 años me pareció gloriosa: "una fiesta es algo insoportable a menos que estés borracho o en ella haya alguna chica que te guste".
Quizá hayáis oído que el boca a boca sobre "El guardián en el centeno" se desencadenó tras el asesinato de John Lennon en Nueva York en 1980 a manos de Mark Chapman, quien llevaba encima una copia del libro en el momento del crimen: la había comprado aquella misma mañana. También John Hinckley, que intentó asesinar a Reagan en 1981, manifestó que estaba obsesionado con la obra.
En seguida se acusó al autor de incitar al odio y a la violencia. Es verdad que el libro lo protagoniza un adolescente desarraigado y solitario que coquetea con las drogas y el alcohol, pero también que en ningún momento hace apología del asesinato. En todo caso la polémica, como suele suceder, contribuyó a convertir al libro en un best seller mundial (sólo en España se venden cada año 30.000 ejemplares).
Pienso que solo incitaba a una especie de rebeldía interior incruenta. Que naturalmente no servía absolutamente para nada… Digamos que el libro era el complemento perfecto a la música de The Smiths.
Su autor J.D. Salinger, un tipo tan escueto, turbio y esquivo como su propia obra, acaba de dejarnos.