Parafraseando la famosa canción de The Buggles, acabo de encontrarme un anuncio que de un plumazo puede matar la estrella de su marca.
Aquí el spot (de Porsche):
Cierto que la industria automovilística americana está patas arriba pero no sé si ello justifica perder los papeles y:
– Unirse al inagotable desfile de spots de coches predecibles y monocordes que saturan nuestras teles cada noche. Hace unos meses colgué en este blog una herramienta mágica para parir titulares publicitarios de coches en sólo unos segundos. Aquí lo tienes.
– Cargarse de un plumazo el halo de exclusividad de la marca con la misma historia de familia feliz que utilizan la mayoría de los coches. Sólo que con familia de clase alta en vez de clase media.
– Matar moscas a cañonazos: que alguien me explique cómo puede ser rentable anunciar un coche en un medio masivo como la tele cuando tu target (por renta) será el top 2 o máximo 3% de la población. No lo veo salvo en canales micro-segmentados de proveedores de cable.
Porsche es un mito, un icono cuyos valores de marca se acentúan en la discreción, la distancia de los grandes medios, el elitismo, el acceso limitado. Cuantos menos Porsches vemos por la calle, más nos impacta cuando de repente nos adelanta uno. Cuanto menos nos desmonten nuestro mito con publicidad convencional y no solicitada, más inalcanzable, y por lo tanto más deseable, nos parecerá este coche.
No es consumismo exacerbado. Es el atractivo de lo exclusivo.
El hecho de que un anuncio lo vean muchos miles de personas no equivale a que genere intención de compra en esos consumidores y mucho menos que desencadene esa compra.
Algunos preferirán acudir a una premiére en su ciudad para ver de cerca a Scarlett Johansson sobre una alfombra roja. Yo casi prefiero imaginármela tan guapa como la vi por primera vez en Match Point.
Saludos irreverentes.