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Imagen cortesía de www.homewetbar.com
Cambiar de trabajo a los 40
Ultimamente lo hablo con mis amigos porque nos está sucediendo a todos: superar los 40 es como vivir de pronto una Nochevieja a lo bestia. Una noche larga, larga donde por mucho que intentes evitarlo, repasas todo lo que has hecho los 365 días precedentes.
No conozco a casi nadie que no comience a hacerse preguntas al llegar a esta edad. Y la mayor parte tienen que ver con 15 ó 20 de esos 40 años, los que previsiblemente habremos pasado trabajando.
Preguntas como las que siguen a continuación.
¿Llevo el rumbo adecuado para llegar a donde quiero llegar?
Como explico en mi primer libro Game Over, la mayor parte de nosotros llevamos marcado a fuego en nuestro cerebro que éxito equivale a logros económicos y a alcanzar la admiración ajena. Así nos lo enseñaron en la escuela y en la Universidad. Es lo normal en Occidente. En Oriente, por el contrario, no sé si estáis de acuerdo en que el éxito se asocia con el equilibrio personal (con uno mismo y con los demás) y en Africa, habitualmente por el vigor físico (bastante tienen con sobrevivir…).
Por tanto en Europa el prototipo de persona exitosa sería ese amigo que todos tenemos a quien le ha ido de cine trabajando por cuenta ajena y ha llegado a Director General o CEO o bien ha montado una empresa que va como un tiro. Y además se está forrando.
Claramente, no mola que a los demás les suceda esto y a ti no. Si alguna vez has pensado esto, es posible que te haya quedado la sensación de que se está haciendo tarde y todavía tienes los deberes a medio hacer.
Lo que decidí hacer con 40
En el año 2005 decidí que yo sí tenía los deberes a medio hacer así que dejé mi puesto como Director de Servicios al Cliente en una de las grandes agencias de publicidad de este país para montar mi propia empresa. Y me pegué la leche más grande de mi vida, teniendo que cerrar tres años más tarde 3 centros de producción con una facturación conjunta de medio millón de euros y despedir más de 20 empleados.
Eso tampoco mola nada, os lo puedo asegurar.
Varios meses después de que el juego se acabase, me dí cuenta de que me había lanzado al vacío sin tener una idea clara de lo que de verdad quería conseguir con ese cambio de dirección tan drástico.
Y ahora, ¿hacia dónde?
El problema de partida es que somos esclavos de una noción totalmente materialista del éxito. Vivimos distraídos por multitud de tentaciones, objetos materiales que en la mayor parte de los casos son prescindibles, obligaciones que nos auto-imponemos y nos imponen los demás…
Y esta escalada permanente nos obliga a priorizar el «tener» sobre cualquier otra noción de logro. Desde ese punto de vista el «ser» (e.d. conseguir un equilibrio contigo mismo y con tu entorno nos importa un bledo) y el «hacer» (e.d. desarrollar un trabajo excelente, tan bueno que nuestros clientes se lancen a nuestros brazos y no a los de la competencia) son secundarios. Esta disyuntiva no es mía, sino del célebre cirujano y gurú del coaching Mario Alonso Puig, a quien tengo la suerte de conocer personalmente. Si te interesa esta reflexión, no dejes de seguirle (aquí un vídeo que condensa el pensamiento de su libro más exitoso: «Reinventarse»).
Seguro que en más de una ocasión de has preguntado dónde quieres llegar realmente. Yo también lo he hecho muchas veces. Pero no he dejado de equivocarme con la respuesta. Una y otra vez.
Si hoy fuese el último día de tu vida, ¿querrías estar haciendo lo que estás haciendo hoy?
Menuda pregunta, ¿no?
No queremos oir ni hablar del tiempo que nos queda. Y sin embargo, como nos decía Steve Jobs en su célebre ponencia de Stanford, tener la muerte presente es imprescindible para que tomemos conciencia de cuáles son nuestras verdaderas prioridades.
Yo ahora mismo tengo claro que el «hacer» mi trabajo a tope de mis capacidades (limitadas como las de todo el mundo) y disfrutar con ello es mi principal objetivo y también la vara de medir de mi éxito personal. No la pasta que gano.
El dinero viene (o vendrá) después. Porque todo trabajo entraña un servicio a terceros (tus clientes). Y es imposible que te ganes su fidelidad si no estás bien («ser»), porque sólo disfrutando con lo que haces podrás maximizar tu nivel de energía y creatividad y hacer un trabajo excelente. ¿O es que tú trabajas bien atenazado por el estrés, el miedo a fracasar, la sobre-responsabilidad, la depresión por un curro que no te gusta?
Yo no: por eso me fue mal en mi primera experiencia empresarial. Así de sencillo.
Lo importante es el camino, no el destino
Si sólo nos fijamos en el destino, tarde o temprano nos llegará el minuto 90 del partido. Y entonces echaremos de menos todo aquello que dejamos de hacer sólo para ganar más dinero para cambiar de coche y de casa. Y ganar el partido en el minuto 90 ya sabéis que es complicado…
Robin Sharma, el mundialmente conocido autor de «El Monje que vendió su Ferrari», lo explica mucho mejor que yo:
Piénsalo.
Si éxito es emprender el camino para el que uno se siente llamado, entonces tengo la sensación de ser un tipo de éxito. Porque por primera vez dirijo mi vida en lugar de correr detrás de ella apagando fuegos, que es lo que hice de los 25 a los 35.
Saludos a todos.